- ¿Qué va a ser de este país?
- ¿Qué va a ser de este país?
Después de comentar algunas de las noticias del día, la pregunta quedó flotando en el aire alrededor de la mesa en la que habitualmente se reunía el grupo, compuesto por artistas plásticos, arquitectos, fotógrafos, periodistas y diseñadores.
La Justicia revocó la prisión preventiva para Iván Tobar. La carátula pasó de tentativa de homicidio a lesiones graves. Igual seguirá preso por otra causa.
“Si seguimos como hasta ahora sólo van a quedar escombros”, soltó Angélica Converti. Esa última palabra resonó con fuerza entre los presentes que desde hacía unos meses habían confluido alrededor de una propuesta de arte callejero. Y así fue cómo surgió el nombre que al principio se planteó como provisorio pero, finalmente, quedó para siempre. Escombros, al que de inmediato, por propuesta de Raúl García Luna, se le adosó el lema: “Artistas de los que queda”, nació a mediados de 1988, entre las ruinas de un país arrasado por la hiperinflación, el crecimiento indetenible de la pobreza y un estallido social a ras del suelo.
Los unía la amistad y sus recorridos desde diversas disciplinas y movidas vinculadas con la experimentación y las vanguardias. Todo eso se conjugó bajo la idea de llevar adelante acciones callejeras para reproducir una mirada sobre la realidad con formato de obras artísticas.
La constitución del colectivo tuvo fluctuaciones. Si bien con el tiempo se incorporaron y se alejaron distintos integrantes, el staff inicial lo conformaron Luis Pazos, Héctor Puppo. Oscar Plascencia y los mencionados Converti y García Luna; a los que pronto se sumaron Horacio D’Alessandro, David Edward, Héctor Ochoa y Juan Carlos Romero, que integraron el grupo más consolidado. Otros nombres que en distintas etapas pasaron por Escombros son: Claudia Castro, José María Altuna, Chirstian Adam, Adriana Fayad, Claudia y Jorge Puppo, Monica Rajneri, Teresa Volco, María Laura Soya. Pero más allá de las mutaciones y los nombres propios, lo que identificó al grupo fue el carácter colectivo de sus creaciones, las cuales nunca se presentaron de manera individualizada.
Desde entonces, ganaron gran visibilidad apelando a variadas formas de expresión en las que se destaca la utilización del propio cuerpo como elemento-sujeto artístico. Su prolífica producción, que hoy llega a 500 obras, ha sido exhibida en un centenar de instalaciones, a través de manifiestos, murales, objetos de conciencia, afiches, poemas, grabados, charlas, poemas visuales, graffitis y tarjetas postales, entre otras iniciativas menos clasificables, que casi siempre fueron expuestas en lugares públicos y abiertos.
Sus proyectos podrían catalogarse, tal como lo propone María de los Ángeles de Rueda, una de las primeras investigadoras en seguir el derrotero del grupo, como de “arte colaborativo”. “Escombros elaboró su poética en un contexto histórico socioeconómico en crisis (hiperinflación, neoliberalismo). Los conceptos clave de su obra colectiva fueron ruina, trauma, calle, memoria, acción, colaboración, participación, libertad, convocatoria, comunicación, experimentación, espacio público, sitio específico”, se explaya Rueda en uno de los números de la revista Nimio de la cátedra de Historia de la Facultad de Bellas Artes de 2017.
“Nosotros siempre nos consideramos un grupo platense”, apunta ante todo Pazos en su casa de Tolosa donde junto con Puppo -al que todos conocen como “Rayo”-, se presta a la charla con @0221 para rememorar la trayectoria de Escombros y trazar un panorama sobre la actualidad y los proyectos en tiempos de pospandemia.
Reunidos en lo que se conoció como el Grupo La Plata y ligados a las corrientes que participaban de los happenings del Instituto Di Tella -donde comulgaron con la idea de achicar el espacio que separa el arte de la vida real- y del Movimiento Diagonal Cero creado en La Plata por Edgardo Vigo alrededor de la revista de poesía visual homónima, varios de los miembros de Escombros incursionaron en el arte conceptual generando acciones como la disruptiva Compañía de Excursiones S.R.L. presentada en el Tercer Festival de las Artes de Tandil, en octubre de 1970. Al año siguiente representaron a la Argentina en la 7° Bienal de París con una performance que tuvo gran repercusión llamada El estilo de vida argentino. Además, formaron parte del llamado “ Grupo de los Trece” del Centro de Arte y Comunicación (CayC), que en la XIV Bienal de San Pablo en 1977 obtuvo el gran premio Itamaraty.
Hoy, los artistas creen que la clave de la repercusión de sus propuestas y su vigencia en el tiempo no radica sólo en la forma de expresión sino, fundamentalmente, en las temáticas abordadas: “La destrucción del planeta, la explotación del hombre, la injusticia, la insolidaridad. Son cosas que subrayamos con la intención de dejar un testimonio y generar una toma de conciencia”, sostiene Puppo, dueño de una imprenta sobre calle 42 donde durante años los miembros de Escombros planificaron y armaron sus obras, y donde hoy se guardan muchos de esos trabajos. Y agrega: “Convengamos que el hambre, la corrupción, el deterioro de la ecología han sido temas recurrentes en la Argentina”. La crudeza temática sobre la que trabajaron ha sido, para ellos, aleccionadora. "Muchos de nuestros trabajos han sido muy fuertes, dolorosos, pero también sanadores”, apunta Pazos.
“La increíble producción del grupo, que expone por primera vez en una galería en el año 2004, sorprende por su autonomía de grupos políticos y artísticos, y en tal sentido su continua producción está siempre en intenso diálogo con los movimientos sociales y los acontecimientos históricos del país”, señala Zulema Moret en su libro Artistas de lo que queda. Las escrituras de Escombros (Fundación Arte y Derecho, Madrid, 2006), en donde analiza el contenido de los textos producidos por el grupo a lo largo de su trayectoria.
PANCARTAS
Preparaban su primera actividad cerca de la esquina de México y Defensa, en pleno barrio porteño de San Telmo, donde había un viejo bar muy venido a menos en el que se alargaban las reuniones y soñaban con convertir en galería de arte. Sin embargo, poco antes de montar allí su muestra inaugural, una topadora tiró abajo el edificio. Esto precipitó su primera obra, a la que llamaron Graffiti. Sobre el único paredón que quedó en pie escribieron con aerosol: “ Somos artistas de lo que queda. Nos sorprende estar vivos cada mañana, sentir sed, e imaginar el agua. Escombros”. Aquel hecho, ocurrido el sábado 9 de julio de 1988, es recordado como el acto fundacional de Escombros.
El problema, en rigor, era que se habían quedado sin el salón para la exposición que venían pergeñando. Obligados a improvisar, decidieron armar la muestra abajo de la autopista 25 de Mayo, a la altura de Paseo Colón y Cochabamba. Llamaron a gente por teléfono y lograron que la convocatoria fuera publicada por los diarios y comentada en varias radios porteñas. La actividad, llamada Pancartas, resultó un éxito inesperado. Realizada el sábado 26 de noviembre de 1988 la exhibición reunió una serie de 15 fotos de performances realizadas en Buenos Aires y La Plata enmarcadas en pequeños carteles portables, que luego fueron llevados por los propios artistas en una suerte de procesión que recorrió la avenida Paseo Colón y fue acompañada por unas doscientas personas entre vecinos, artistas y críticos. El catálogo rezaba: “Expresamos lo roto, lo quebrado, lo violado, lo vulnerado, lo despedazado. Es decir, el hombre y el mundo de aquí y ahora”.
Esta acción se repitió el sábado 17 de diciembre en una cantera abandonada de la localidad de Hernández donde hoy funciona La Plata Fútbol Club. Una de las imágenes allí obtenidas inspiró el recordado mural Teoría del Arte, que el 28 de diciembre pintaron en el estacionamiento de un banco casi en la esquina de 7 y 42, luego de obtener el permiso a partir de un concurso organizado por el municipio.
Vaya paradoja. Pese a haber sido declarado por el Concejo Deliberante como patrimonio cultural de la ciudad, ese mural fue demolido y convertido en escombros en 1998 al realizarse una serie de reformas edilicias en la entidad bancaria. No obstante, su recuerdo aún se conserva en la memoria de muchos platenses. En noviembre de 1992, imágenes de ese mural fueron reproducidas en una revista de Correo de la Unesco, lo que expandió por el mundo la repercusión de la obra.
Sacar el arte del corset de salones e instituciones y exponerlo para interpelar a quienes caminan por la calle es una de las propuestas que ha caracterizado a Escombros durante todos estos años. “Lo que queríamos transmitir no era sólo para el público habitual de las muestras de arte, sino que buscamos llegar a gente que quizás nunca iría a una galería. Pero además propusimos siempre que, de algún modo, esas personas pudieran convertirse en coautores, sumando sus pensamientos y acción para terminar de completar las obras”, resume Rayo. Y agrega: “Creo que nuestro rol más trascendente siempre ha sido convocar a la gente e impulsarla a hacer cosas pensando la.ciudad como una gran galeria de arte”. “En realidad, nuestro público era familiar y muy participativo”, completa Pazos.
El 27 de mayo de 1989 el colectivo inauguró el “Centro Cultural Escombros” en una vieja calera dinamitada de Ringuelet, a metros del camino Centenario, a la altura de 511. En la convocatoria, titulada Arte en las ruinas, declararon: “Generamos nuestra propia institución. Una institución donde ningún artista necesita presentar el currículum para ser parte de ella. En el Centro Cultural Escombros, un artista, reconocido o no, puede realizar su centésima exposición o la primera. La única tarjeta de presentación es su voluntad de crear, su capacidad de imaginar, su decisión de ejercer la libertad. Una institución que nacerá y morirá ese mismo día”.
Ese mismo año, se sumaron a una marcha de protesta reclamando por el despido de 27 actores de la Comedia Municipal platense y de Bicicletas para la China, acción realizada en el Obelisco de Buenos Aires en repudio a la matanza de estudiantes en la plaza Tiananmen de Pekín.
Por una cuestión generacional, los integrantes de Escombros siempre se pensaron como sobrevivientes; como un grupo de artistas libres y comprometidos en una sociedad en ruinas. En noviembre del 89 dieron vida a su primer manifiesto, “La estética de lo roto”, que fue enviado a cientos de personas en distintas partes del mundo por correo postal. Allí, en un largo punteo en el que se suceden los aforismos, hablaron del contexto socio histórico en el que surgieron y de su propuesta ética y artística. “Somos la estética de la violencia expresiva. Una estética que se basa en la forma rota (el cuerpo crispado); la forma inerme (el cuerpo desnudo); la forma oculta (el rostro velado); el no-color (uso excluyente del blanco y negro). Somos la ética de la desobediencia. Una ética que se opone a la indiferencia y a la resignación. No aceptamos el orden establecido, porque ese orden es injusto”.
En aquel escrito fundacional explicaron que se trataba de un grupo “abierto y horizontal. La cantidad de nuestros integrantes no es fija ni tiene límites”. También indicaron que “el material” de sus obras serían ellos mismos y que el lugar para concretar sus trabajos sería el espacio público: “Una plaza, una fábrica abandonada, una playa de estacionamiento, una esquina cualquiera, es nuestra galería de arte. Ocupamos todo espacio que la desidia, el capricho o el simple afán de destrucción, quitó a la ciudad para entregarlo a la nada. La ciudad es nuestra galería de arte.”
“Como la sociedad a la que pertenecemos, avanzamos sin saber qué nos espera mañana. En medio de todas las dudas posibles tenemos una sola certeza: Escombros existe para exorcizar el miedo. En el mundo de hoy, ese es el sentido de arte”, concluyeron.
LA CIUDAD DEL ARTE
El 9 de diciembre de 1989 Escombros volvió a la cantera de Hernández para fundar La ciudad del arte. Se trató de una mega muestra libre y abierta a diferentes expresiones de la que participaron cientos de artistas, muchos de los cuales no formaban parte del canon del arte y jamás habían expuesto sus obras en una galería.
Según las crónicas de la época al evento, que duró durante todo un día, concurrieron alrededor de 10 mil personas. Hubo pintores, escultores, fotógrafos, cineastas y músicos que llegaron de distintas partes del país e incluso del exterior. En varios escenarios se presentaron desde obras de teatro y números circenses hasta bandas musicales de diferentes ritmos y estilos. Además, en la humilde casilla de uno de los habitantes del lugar se improvisó una sala de cine. Cerca de la entrada de la cantera, sobre un paredón derruido, pintaron la silueta de un hombre tendido (La herida) con su corazón sangrante que derramaba una mancha con la forma de América Latina. Más allá, en una suerte de camposanto, se clavaron en la tierra cruces en las que podía leerse: La solidaridad; La libertad, El trabajo, La dignidad; la imaginación; La justicia. Fue una jornada única: los asistentes circulaban entre medio de las puestas artísticas por calles improvisadas que alternaban nombres de consabidas celebridades del mundo de la cultura con los de artistas locales.
“Fue algo extraordinario; la ciudad del arte fue la mejor obra que hicimos en la ciudad, un espacio donde experimentamos el arte de un modo intenso e integrador”, recuerda Pazos, con una dilatada trayectoria periodística en las redacciones de Gente, Perfil, Clarín y El Día.
En aquella muestra, la obra del grupo llamada Sutura fue una de las más llamativas. Era una intervención sobre la superficie árida y reseca de la cantera, que simulaba una cicatriz en la tierra de treinta metros de largo cosida con trozos de soga de barco. La imagen de aquella herida sirvió tiempo después a un diario brasileño para ilustrar desde su tapa la brecha cultural en Latinoamérica.
La década del ´90 fue realmente intensa para Escombros. A la par de denunciar las inequidades del sistema, el grupo abrazó decididamente un notorio perfil de activismo ecológico. En esos años, el colectivo llevó adelante varias actividades con la organización internacional ambientalista Greenpeace junto a la que montó la instalación Recuperar en una fábrica abandonada de Avellaneda. Allí participaron unos 600 artistas y defensores de la naturaleza de Argentina y Uruguay. Durante la convocatoria el grupo extrajo agua contaminada del Riachuelo, la fraccionó y envasó, haciendo de cada botella un “objeto de conciencia” llamado Agua S.O.S.
En esta línea se inscriben obras como Crimen seriado, realizada en el Paseo del Bosque en junio de 1995 a partir de una convocatoria abierta que incluyó a escuelas de la región para colocar vendas en unos 700 árboles, o Pájaros, una instalación de dieciséis siluetas de aves de metal, sostenidas por columnas de seis metros y una placa con un poema, hecha en 1999 en el Parque Ecológico de Villa Elisa.
TEORÍA DEL ARTE
Con el correr del tiempo, el grupo Escombros fue pionero en el ámbito local en la activación de una multiplicidad de dispositivos culturales que interpelan las concepciones tradicionales sobre la interioridad del arte y su problemática institucional, los entornos y sitios específicos, los límites del arte y del no arte.
Los escombristas, como alguna vez los llamó García Luna, producen “pancartas de denuncia, tajos en la tierra, árboles heridos, mares de basura, panes torturados, lágrimas envasadas, mates imbebibles, sillas de poetas ausentes, juguetes solidarios, poesía visual, muestras de participación masiva, metáforas vivas, memoria activa”, escribió el periodista en una cronología publicada en 2018.
A su vez, la incorporación en sus muestras del trabajo de otros artistas y de ocasionales asistentes les otorga un carácter ecléctico a partir del uso de técnicas mixtas y una constante búsqueda de nuevas formas moldean cada una de las creaciones que, en su mayoría, fueron presentadas al aire libre.
“Sus obras conforman un conjunto narraciones de materialidad diversa /visuales, corporales, sonoros, textuales y procesuales), surgidas del intercambio entre los miembros del grupo y otros artistas, del que resultaron sus escrituras y manifiestos, los objetos de conciencia, las fotografías, como Pancartas (1988), los registros videográficos de acciones efímeras, las performances y las convocatorias”, indica Rueda en el artículo “Grupo Escombros, un recorrido” publicado en octubre de 2020 en la revista Adynata.
Las creaciones de Escombros suponen una suerte de ensayos que se basan en una matriz de lo híbrido a partir de la combinación de disciplinas y experiencias. Según Rueda, “sus producciones ocupan un espacio y un tiempo transitorios, pero situados significativamente en lo regional, que destacan el proceso de lo artístico-comunicacional en el entorno social-cotidiano y que suponen una comprensión socio-comunitaria a partir de desplazamiento del arte en la vida y de un compromiso con el entorno cercano”.
Así como en el primer manifiesto se describió la atmósfera de ruina que envolvía al país, en los siguientes -en total hay seis- el grupo expresa su actitud de solidaridad y refuerzo de lazos con los sectores desprotegidos, la denuncia de desigualdades impuestas por el sistema que los llevaron a sumarse a numerosas protestas y reclamos vinculados con sucesos históricos y conflictos contemporáneos.
A principios del nuevo siglo, la impronta innovadora de Escombros llevó al grupo a incursionar en el mundo de internet con la intención de acercarse a las generaciones más jóvenes con el mismo objetivo que tienen desde un comienzo y que Pazos resume como: “Movilizar las conciencias”.
En 2003 el grupo produjo una serie de obras para la red: País de lágrimas, Objeto inaccesible, El lenguaje de la guerra, Festín, Mate argentino. También realizaron postales digitales que enviaron por correo electrónico en fechas conmemorativas, como el día del trabajador, la tierra o el animal.
Si bien no fue un tema fácil de asimilar y comprender, los escombristas se asesoraron y hasta desarrollaron una página web donde comenzaron a vincularse con los internautas. “Al empezar a publicar en internet recibimos muchos mensajes y consultas y nos sorprendió que aparecían muchos pibes que creían que nosotros también éramos jóvenes”, cuenta Pazos.
La pregunta por el presente y los proyectos los deja pensando.
“Estamos preparando para exponer en el MACLA (Museo de Arte Contemporáneo Latinoamericano de La Plata) algunas obras nuevas. Si todo sale bien será antes de fin de año”, adelanta Puppo. Para 2022 la idea es hacer una retrospectiva con obras de los artistas anteriores al período de Escombros.
Pazos sacude la cabeza. “Creo que para nosotros este debe ser un tiempo de reflexión, de pensar sobre los cambios tan acelerados de la humanidad y tratar de develar qué tipo de hombre es hoy el artista. Sobre eso estamos trabajando. Hoy las cosas son tan diferentes que tal vez sea nuestro momento de pensar en cuál será nuestro legado, un tiempo para ponerse a escribir un libro sobre todo lo que hicimos”, dice mientras levanta la mirada y la dirige hacia su viejo amigo: “¿No te parece Rayo?“.
RETROSPECTIVA
El recorrido de Escombros es tan diverso como prolífico. Además de las acciones desarrolladas en distintos puntos del país, ha tenido participación en numerosos encuentros artísticos internacionales.
Se repasan aquí, año a año, algunas de las iniciativas desarrolladas en La Plata y la región.
En diciembre de 1989 fundan la “Ciudad del Arte” en una cantera de Hernández.
En 1993 forman parte de la muestra colectiva “La naturaleza del arte” desarrollada en la República de los Niños donde, al pie de un árbol seco, montan la obra Monumento funerario.
En 1994 realizan la acción solidaria “Perro N. N.” –entierro de un perro abandonado muerto en la ruta 11– basados en la consigna “Toda forma de vida tiene derechos”.
En septiembre de 1995 publican su segundo manifiesto titulado “La estética de la solidaridad” y ese mismo mes realizan el mural-objeto El hombre roto en una de las paredes de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
En noviembre de 1995 presentan Montaña en una muestra organizada en el ex Jockey Club por estudiantes de Bellas Artes.
En diciembre realizan la acción solidaria Limpieza de un basural en una calera de Ringuelet, donde lanzan la convocatoria Todos o Ninguno, de la que participaron 400 artistas y unos 5000 asistentesconvocados bajo la consigna de “compartir un espacio común para tomar conciencia de que la exclusión social, el individualismo y el culto al éxito no son, no deben ser, los pilares de nuestra forma de vida”.
El 24 de marzo de 1996 pegan afiches en distintas calles del centro platense en conmemoración del golpe militar de 1976. El 1 de mayo distribuyen otro afiche sobre la desocupación. Ese mismo año participan de actos recordatorios de desaparecidos en varias facultades de la UNLP. En Derecho protagonizan una controversia luego de que el decano Miguel Angel Marafuschi impide la concreción de la obra Promesa, un mural en homenaje a desaparecidos de esa casa de estudios. En junio realizan un mural en papel escenográfico, collage y pintura, en memoria de alumnos, docentes y no docentes detenidos-desaparecidos y asesinados durante la última dictadura en la Facultad de Artes.
En 1997 emprenden Crimen Seriado II, para evitar la tala de eucaliptos en un predio destinado a la instalación de una estación de servicio en el Camino General Belgrano, en City Bell. En agosto realizan el señalamiento ecológico Envenéname. Entiérrame. Olvídame, en apoyo de los vecinos que se oponen al entubamiento del arroyo Don Carlos, en Gonnet.
En mayo de 1998 intervienen el Jardín Zoológico con el señalamiento ecológico Camposanto: 30 cruces de madera con el nombre de una especie argentina o latinoamericana en peligro de extinción. Reinstalan luego la obra en el Parque Ecológico.
En 1999 se suman con un afiche al recordatorio al fotógrafo asesinado José Luis Cabezas organizado por la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa. En abril exponen testimonios fotográficos de sus convocatorias en la Fotogalería Kent.
En 2000 producen el poema Homenaje a la tierra, una instalación-performance en la que la gente escribe un poema con tierra sobre el piso en el Centro Islas Malvinas. En septiembre de 2001 participan de la convocatoria Agua oro azul iniciada por el Centro Cultural Macá de Villa Elisa con la obra de arte-correo Todo sigue igual que reproduce el poema Agua S.O.S.
Para El Bosque de los sueños perdidos, en 2002, cuelgan 500 círculos y rectángulos de cartón pintados de blanco en los árboles del Bosque para que la gente escriba los sueños que, a su juicio, perdieron o les fueron arrebatados.
El 18 de septiembre de ese año cofundan el Foro en Defensa del Bosque de La Plata y participan de actividades vinculadas a la la Semana del Agua, realizada en noviembre, arrojando al Arroyo Carnaval de Villa Elisa 40 botes construidos con materiales biodegradables que llevan impreso en su velamen la palabra Aguavida. Impulsan la convocatoria El sembrador de soles en la Plaza Islas Malvinas, en la que invitan a poetas de la región a escribir un poema en un círculo de cartón color amarillo oro que se planta sobre el césped. Antes de finalizar ese año, pintan el mural La sangre derramada sobre la pared de los ex talleres del Ferrocarril Provincial de Gambier.
El 26 de julio de 2004 realizan la performance La Piedad Latinoamericana en Ringuelet. En octubre se inaugura una exposición antológica de sus obras en el MACLA. El año finaliza con la pintura del mural En la oscuridad buscan la luz, auspiciado por Edelap y ubicado en la avenida 44 entre 3 y 4.
En 2005 inauguran la escultura Cada arma destruida es una victoria de la vida sobre la muerte en el patio del Centro Islas Malvinas junto con Lidia Burry.
En 2008 organizaron una muestra retrospectiva para celebrar sus treinta años.
En 2011 exhiben Pavas intervenidas, una muestra organizada en adhesión a la defensa de los Derechos Humanos en el Museo Municipal de Artes platense.
Lo último: en febrero de 2020, a poco de que sobreviniera la pandemia de coronavirus, se montó en el Centro de Arte del de la UNLP, la exposición Grupo Escombros. Estética de la solidaridad que propuso, con la curaduría de Rodrigo Alonso, un recorrido por las obras claves en la trayectoria del colectivo.
Según Alonso, los proyectos de Escombros “oscilan entre la utopía, el agenciamiento y la toma de conciencia social”.
“A lo largo del 2000, Escombros se suma a numerosas manifestaciones callejeras relacionadas con acontecimientos históricos y situaciones contemporáneas específicas. En algunas de ellas hacen hincapié sobre temas puntuales, como la desocupación, la corrupción, el repudio a la dictadura militar de 1976-83, el asesinato de José Luis Cabezas o el atentado terrorista a la sede de la AMIA. En otras, plantean reflexiones sobre la distribución del poder global y la situación geopolítica de los países periféricos como el nuestro, sobre las presiones neoliberales y sus consecuencias, sobre la exclusión social, los derechos humanos y la resiliencia”, escribe el curador en la introducción del catálogo en el que, al concluir, destaca tres aspectos de la obra del grupo: su “férreo compromiso con su época y sus coetáneos”; “la singularidad de su proyecto artístico” y, finalmente, “la importancia de su contribución a la historia del arte argentino”.