lunes 07 de abril de 2025
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Hace 60 años

La historia desconocida del hombre por el que llegó Carlos Bilardo a Estudiantes y nació el bilardismo

La llegada de Carlos Bilardo a Estudiantes generó no solo una cambio en la historia del club sino en el fútbol argentino.

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La transferencia histórica que cambiaría el fútbol argentino cumple 60 años cuando por las calles de la ciudad de La Plata pasó por primera vez Carlos Bilardo. El 7 de abril de 1965 se convirtió en jugador del Pincha y todo cambió para siempre.

Estudiantes abonó por él 4 millones de pesos y en parte de pase cedió a Roberto Cicora (tasado en $1.500.000) a Deportivo Español, donde el Narigón había jugado cuatro años en la antigua posición de insider derecho (un ocho, mediocampista ofensivo). El lado B de la historia es Cicora, que a los 21 años tuvo que dejar su amada camiseta como parte de la negociación con Español. Aquel vínculo tiene una historia de vida que hoy revela 0221.com.ar, en una charla con el jugador implicado en las negociaciones, que no pudo elegir.

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Era una promesa del club que se destacaba en la Reserva y que la institución cedió como parte de pago, Roberto Augusto Cicora, un nacido en el barrio El Mondongo, que por el pase de Bilardo pasó a vivir otra historia que sabe a superación. Jugar para los Gallegos implicaba retroceder de categoría, en Primera B, y dejar atrás otro anhelo personal, porque tuvo que abandonar Medicina cuando cursaba el primer año; curiosamente, la carrera que finalizaba Carlos Bilardo, de 27 años, que se subía al tren de Buenos Aires a La Plata para intentar su revancha en el círculo dominguero.

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Roberto Cicora, posando en el Estadio UNO.

Roberto Cicora, posando en el Estadio UNO.

Camino allanado para la llegada de Carlos Bilardo

Había comenzado en San Lorenzo, donde estuvo doce años. Además, venía a Estudiantes con un par de materias finales antes de recibir su título universitario. “Ahora sí me puedo entrenar y dedicar enteramente”, advertía el refuerzo. Algún detalle que se desprende de una copia del contrato que suscribieron en la sede de 53 número 620, contempla lo siguiente: “Vence el 31 de diciembre de 1966, teniendo el club derecho a prorrogarlo hasta dos veces, en períodos de un año”. Sueldo mensual: $2.500. Premio por punto ganado, en primera 1.000; en reserva 500; en amistosos 300 pesos, por victoria, y 100 por empate. Premio anual: 616.000 pesos.

La contracara de esa alegría se vivía en una casa de la calle 62 entre 117 y 118, barrio El Mondongo, donde un joven de 21 años sufría una crisis, a menos de un año de establecer su vínculo del primer contrato con el club que lleva en el alma. Debía dejarlo, y además tenía que olvidarse de seguir con sus estudios en la Facultad de Ciencias Médicas, en primer año. El tiempo lo curó todo y con esa voz cálida de quien ha entendido cómo levantarse ante cada adversidad, nos ilustra a los ochenta y dos años aquella situación futbolística.

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Cicora junto a la estatua de Carlos Bilardo en UNO.

Cicora junto a la estatua de Carlos Bilardo en UNO.

“Yo iba a empezar jugando el Campeonato de 1965 pero me voy de Estudiantes en trueque por Bilardo. Era un pibe y en ese momento en el Club venía medio mal la cosa, fue mucho antes de ser campeones. Me llama Ruben Lachaise (presidente del fútbol profesional) y me dice que tenía que viajar a arreglar el contrato a la calle Rivadavia al 12000, ¡no sabía ni donde era! Conclusión, tuve que ir a Capital, solo. Medio que me apuraron… que si me pasa ahora lo discuto a muerte porque yo tenía contrato por otro año más en Estudiantes. Pero era un pibe que creía en todo, ¿a quién me iba a enfrentar? Quería jugar, llevaba al fútbol adentro”, confiesa en un mano a mano con 0221.com.ar.

Señorial presencia, bonhomía de aquel don de gentes, el Huevo lleva en los ojos la alegría de haber sido Pincha y compartir los primeros tres meses del nuevo DT Osvaldo Zubeldía. Aquella pretemporada había visto la chance de Primera muy cerca, después de jugar los treinta partidos de Reserva de 1964 (todos) y anotar un gol, con otros 23 encuentros preliminares de Tercera, entre 1962 y 1963.

El rostro circunspecto le vuelve con las dudas de lo que habría sucedido: “Cuando pidieron a Bilardo, Carlos valía una equis cantidad de plata y Estudiantes le ofreció una lista de jugadores en trueque, entre los que yo no estaba. Pero Español hizo una contra oferta de una cantidad de dinero y el pase mío. Todavía desconozco quién fue que me eligió a mí porque no estaba en la lista original del trueque. ¡Me quería quedar acá… ¡Después vino toda la gloria!”. Vamos caminando desde su departamento de calle 46 entre 1 y 2 hasta la cancha que cada tanto frecuenta, cuando el fútbol cambió tanto, por no decir todo.

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Cicora con un mural de Bilardo detrás.

Cicora con un mural de Bilardo detrás.

El miércoles 7 de abril llovía a cantaros y se fueron empapados de la cancha del colegio Nacional (no existía el Country). Dos hombres avezados en el trabajo en cancha. Zubeldía y su ayudante Argentino Geronazzo, debían cortar el entrenamiento, y en cuatro días debutaban. Pero el refrán de no hay mal que por bien no venga se hizo realidad: AFA postergó la fecha del domingo porque las canchas no alcanzaron a drenar luego de una semana con mucha agua. Ese entrenamiento trunco tuvo por primera vez a Bilardo, el jugador que pidió en febrero Zubeldía, “de larga y modesta militancia en la primera B”, publicaba El Argentino, diario de la ciudad.

En los diarios de Buenos Aires, en tanto, apenas se sumó Bilardo y previo al estreno de local con Rosario Central, se resaltó más otros refuerzos de la institución platense: Roberto Santiago, de Independiente (a préstamo) y Marcos Conigliaro (de Chacarita, que se concretó días después del primer partido del torneo). Bilardo fue titular en la derrota ante Central, 0-2, el domingo 18 de abril.

Sobre el nuevo jugador, que vivía en Capital, describía un periódico: “futuro profesional de medicina, impresiona como una persona correcta y de modales sobrios”, y el futbolista declaraba a la prensa como el director técnico que fue. “Me gusta el fútbol fuerte, arriba y abajo. Por eso Independiente es lo que es. Todos para uno y uno para todos, afuera y adentro de la cancha”. Hacía referencia a los Rojos de Avellaneda que un año antes habían ganado la Copa Libertadores (el primer club argentino en obtenerla) y en la temporada del ‘65 iba a ampliar la vitrina.

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Roberto Cicora contó su historia y dio detalles.

Roberto Cicora contó su historia y dio detalles.

¿Quién lo pidió?

"Era el Vasco Ángel Zubieta, pero no creo… Mirá, para mí es más fácil que haya sido Bilardo quien me podría haber recomendado, por todo lo que ya conocía del ambiente del fútbol. Lo que recuerdo como si fuera ahora es cuando llegué a Español y el rumor entre la gente era que ‘el que viene de Estudiantes es un muy buen pibe’", señaló.

Para la sesión de fotos, elige ir caminando hasta el Estadio UNO, mientras se intercalan pensamientos más allá de la pelota. Su agradecimiento al Colegio Industrial donde fue preceptor durante 26 años. Y por supuesto, el amor hacia Estudiantes, donde pudo volver en carácter de DT de las categorías infantiles y con los juveniles por pedido de Cacho Malbernat, entonces coordinador.

De esa etapa Cicora tiene otro orgullo: trajo a Claudio París desde Mar del Plata. Además, Manera (DT del primer equipo en 1986) lo tuvo como “espía” para futuras adquisiciones. De todos guarda un respeto y una añoranza por la ausencia, mientras sigue disfrutando de personas que aún están y frecuenta en reuniones como a Miguel Ignomiriello: “Fue un gran organizador y seleccionador, una persona que se preocupó mucho por la educación del jugador, horarios de trabajo, comidas”.

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El contrato que Bilardo firmó en Estudiantes.

El contrato que Bilardo firmó en Estudiantes.

De Osvaldo Zubeldía a Argentino Geronazzo

Cicora había firmado contrato con Estudiantes en 1964 y ese mismo año escaló en primera con amistosos en Córdoba, Necochea y La Plata, siendo orientado por el técnico Cacho Aldabe (lo probó en lugar de Raúl Madero y de Héctor Zapa, líderes del plantel antes de la llegada de Zubeldía).

Con el Huevo Zubeldía, apareció el Huevo Cicora como titular, el 28 de enero de 1965, en un amistoso con Quilmes, informal (con muchos cambios), de segundo zaguero, en lugar de Miguel “El Zurdo” López, que en sus vacaciones en Brasil sufrió la quemadura de un brazo. En ese partido con Quilmes escuché que Zubeldía le decía a Geronazzo: “Nos largamos con este pibe”. Habían jugado en una cancha del ex Estadio Provincial, en 25 y 32, actual predio del Estadio Único Diego de La Plata.

El 13 de marzo, en 1 y 57, volvió a aparecer ante Lanús y con público, otro amistoso a poco de arrancar la temporada oficial. Salieron estos once: Poletti, Barale, Cheves; Epeloa, Cicora y Madero; Cavoli, Escos, Mayor, Bielli y Verón. En etapa de “ablande”, igualaron 1 a 1 y salió en el entretiempo: “Se lesionó Cicora, un elemento en alza”, describe un comentario periodístico. En su lugar ingresó Carlos Pachamé, dos años menor. En esos momentos empezaron a alternar varios de los futuros campeones en 1967: Poletti, Aguirre Suárez, Malbernat, Manera, Mateos, Echecopar, el Bocha Flores y la Bruja Verón.

La lucidez de Cicora atrapa exquisitas imágenes en su mente sin siquiera abrir el álbum de fotografías y recortes. “Lo que íbamos teniendo en la cabeza eran los achiques del offside, estábamos muy atentos para salir corriendo con la contraseña de los arqueros. Por ahí te podían llegar a gritar el sobrenombre, a mí me decían Huevo, y entonces el grito ‘¡Huevooo, tapa allá…! Si decían eso tenías que salir. Nos agarraban a todos los defensores y nos explicaba la jugada. Por ejemplo, practicábamos un tiro libre para defender, de media cancha hacia nuestro arco, para que nosotros saliéramos y dejar enganchados al rival, todo lo que nosotros alcanzáramos a correr para adelante. Después, capaz que no nos decían nada, por ahí nosotros hacíamos eso y los delanteros se quedaban parados, pero picaban los de atrás y estaban habilitados”.

Quedó una charla jugosa, y la pregunta de la conciencia que se reproducirá hasta el infinito. ¿Por qué tuvo que irse él? El trueque que trajo a Bilardo y se llevó a Cicora, que en ese momento coincidían en los deseos de triunfar y de recibirse de médicos: Carlos estaba por recibirse en la UBA, y Roberto que iniciaba primer año en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

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“El presidente de Español, García Rebon, me ofreció la misma plata que ganaba en Estudiantes, pero tenía que viajar para allá todos los días...” El joven no claudicó, tomaba el micro de El Mondongo hasta 1 y 44 para abordar el tren y luego subte a Retiro, para completar el recorrido en micro hasta un predio donde los Gallegos entrenaban con ganas de ascender. “¡Yo era un pibe del club… Sabes que dolor!”, se emociona hoy una persona íntegra, que goza de buena salud, y disfruta de la cosecha de la vida misma, dos hijos, Paola y Federico, de los nietos Francisco, Catalina y Valentina.

Otra cotización que es la que nace del afecto de compañeros del fútbol, del colegio o del tiempo en que hacía demoliciones con su padre, bautizando al negocio “El Campeón”, en honor a la Tercera que Mata. “Es al día de hoy que me encuentro en cualquier lado con una persona o grupo y me siento como adorado, sentís el afecto que te tienen y ese es el mejor recuerdo”.

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