El radicalismo platense está dividido en nueve secciones electorales. La Primera Sección comprende desde la calle 122 a calle 19 y de calle 44 a 54.
Desde que se tiene registro histórico, el Comité de la Primera Sección tuvo 35 presidentes. De ellos 34 fueron hombres y tan sólo una mujer, Lorena Tetaz, ocupó, entre 2014 y 2016, ese lugar de conducción. En dos períodos: 1966 y 1976, en coincidencia con golpes de Estado, no hubo elecciones partidarias y los mandatos se prorrogaron por disposición interna, quedando Edgar Garcia y Humberto Vignoni respectivamente en sus mandatos hasta que pudo recuperarse la actividad partidaria. Entre los nombres que lograron sentarse en el “sillón de Balbín”, como suele decirse internamente, se destacan: Anselmo Marini, Raúl Alconada Sempé y Carlos Raimundi.
Eterno candidato presidencial
Fue en un frío invierno de 1922 cuando aquel muchacho de 18 años traspuso la altísima puerta de doble hoja color caoba en busca de construir un destino. Recién se había mudado a La Plata para estudiar derecho y sus inquietudes políticas, sumadas al vínculo con militantes de la UCR que conoció en la Universidad, lo llevaron hasta la casona de la calle 48.
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Un joven Ricardo Balbin dando sus primeros pasos en la arena política desde el Comite de la Primera Sección de la UCR platense.
Allí, ocho años más tarde, Ricardo Balbín resultaba elegido presidente del Comité de la primera sección de la UCR de La Plata. Balbin tuvo una carrera política vertiginosa. Comenzó como delegado ante la Federación Universitaria de La Plata y terminó siendo cuatro veces candidato a la Presidencia de la Nación (en 1951, 1958 y las dos elecciones de 1973).
En medio se recibió de abogado, se hizo hincha de Gimnasia, se casó, fue padre de tres hijos, diputado, presidente del partido, se abrazó con Juan Domingo Perón y hasta lo despidió ante una multitud en su velorio con la célebre frase “este viejo adversario despide a un amigo”. Estuvo detenido en Rosario, San Nicolás y Olmos. Él mismo se definía con claridad ante la prensa “podría decir que mi vida está marcada por las contradicciones. Soy muy tímido, y elegí la carrera política. Me gusta la soledad, y jamás puedo estar solo. Me gusta escuchar y me paso la vida hablando... No me gusta la publicidad y vivo asediado de periodistas".
En ese tránsito, que lo llevó a recorrer el país y los escritorios más influyentes, nunca olvidó sus primeros pasos y siempre se mantuvo vinculado a su Comité. Ese que le quedaba a tan sólo siete cuadras de su casa de La Plata. Ese que recorrió en silencio, con sus ojos siempre achinados y su traje abrochado sólo con un botón. Ese al que años más tarde le dio su nombre. Ese al que siguió afiliado hasta el 9 de septiembre de 1981 cuando, tras un fugaz paso por la terapia intensiva de una clínica platense, murió. Ese al que como él se acercaron otros valiosos referentes de la historia local del partido más antiguo del país.
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Balbín y Perón, grandes adversarios políticos.
“Balbín es una persona que ha marcado a fuego el radicalismo de La Plata”, puntualizó Salvi en dialogo con Begum. “Es una persona que en el radicalismo del siglo pasado ha sido uno de los dirigentes máximos liderando una línea nacional y habiendo sido contrincante electoral de Perón ha llevado adelante muchas discusiones, ideas, proyecto de país que han convocado y convocan a muchísimos militantes”, agregó.
Un platense gobernador
Nacido un 18 de noviembre de 1906, Anselmo Marini vivió toda su vida en una modesta casa en la calle 2 y 45 y al cumplir la mayoría de edad, se afilió a la Unión Cívica Radical. Por la dirección de su domicilio el Comité de la Sección Primera de La Plata fue quien fichó a este joven militante entre sus filas.
Anselmo había sentido el llamado de la vocación política desde la temprana edad. Y gran parte de su formación, capacidad, ideales y convicciones no vinieron por legado familiar, sino que las heredó de un vecino: nada más y nada menos que el Ingeniero Luis Monteverde. El joven Anselmo, recorría con gusto los pasos que separaban su puerta de la casa de Monteverde. Día tras día, se quedaba horas escuchando a los hombres que allí se reunían. Así, conoció a Leandro Alem (hijo), Hipólito Irigoyen y diversas figuras del entramado político de los años 20. Allí tuvo una escuela que lo acompañaría el resto de su vida transformándolo en una de las figuras más queridas del radicalismo platense.
Abogado graduado en la Universidad de La Plata (UNLP) y apasionado por la filosofía clásica, Marini fue diputado provincial en 1952, congresista constituyente en la reforma nacional de 1957, diputado de la Nación en 1958 y gobernador de Buenos Aires en 1963.
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Anselmo Marini, otro que salio del semillero de la Primera Sección y se convirtió en gobernador bonaerense en octubre de 1963
El 12 de octubre de 1963, quedó marcado a fuego en su memoria y en la de sus correligionarios que le habían seguido los pasos subiendo tranquilamente mientras su mano acariciaba el barandal de hierro forjado de la empinada escalera que lo llevaba al segundo piso del comité. Lo habían escuchado predicar en el angosto balconeo de piso claro y estrecho antes de entrar a alguna reunión. Ese día, a sus 56 años, aquel muchachito que había apretado fuerte su ficha de afiliación al irse caminando por la sombra de calle 48, se convirtió en el gobernador del presidente Arturo Illia. Un pañuelo blanco que asomaba por el bolsillo de su saco oscuro fue el testigo más cercano de las miles de emociones que pasaron por su corazón palpitante al asegurar ante una Cámara de Senadores colmada que “el claro sentido de la responsabilidad política, jurídica y moral de un gobernante republicano, limitará el ejercicio del poder y sujetará nuestra acción dentro del marco de la ley en el noble propósito de servir al pueblo de Buenos Aires”. Marini siempre encontraba el momento para sentar las bases de su perspectiva de vida.
Durante su mandato, que se vio truncado por el golpe militar encabezado por el general Juan Carlos Ongania, se realizaron profundas reformas estructurales en la economía provincial y se impulsó el desarrollo del interior con foco en la infraestructura local llegando con servicios de agua corrientes y cloacas a zonas olvidadas. La nutrición, la atención médica y la educación sanitaria fueron los componentes básicos de sus programas de gobierno.
Tras la dictadura militar y con el regreso de la democracia, en 1983, el presidente Raúl Alfonsín lo designó embajador en el Perú y con su temple infatigable dejó la ciudad para hacer su camino en el país vecino.
El propio Alfonsín lo pintaba de cuerpo completo con las siguiente palabras “hombre de extraordinario criterio, dialogador, inteligente, capaz de tolerar (…). Un gran luchador y siempre lo hizo a favor del país, de la provincia de Buenos Aires, de la política, de la democracia, de la Unión Cívica Radical y de la justicia social (…). Un hombre que pensaba como latinoamericano y era un nacionalista que luchaba en serio por la identidad nacional (…). Un ejemplo de político ético”.
Don Anselmo, murió a los 95 años en la austeridad pero con el reconocimiento recibido en vida al ser declarado Ciudadano Ilustre de la provincia y al ser perpetuado por las generaciones que ven en él un ejemplo a imitar. Y como si nunca quisiera desprenderse de esa casona antigua que lo vio crecer como político y como persona, su nombre, su esencia y su espíritu inundaron hace unos años los rincones del Comité. Sus escritos, sus efectos personales, las obras literarias de su biblioteca, todo su mundo se conserva entre las vitrinas y cajones de la “Biblioteca Popular” que lleva su nombre y funciona en la sede del partido de calle 48.
Un desaparecido radical
El 12 de septiembre de 1976 un hombre encontró a la vera de la ruta 36, dos cuerpos despedazados a balazos. Eran los cadáveres de los abogados Sergio Karakachoff y Domingo Teruggi. Un operativo integrado por civiles armados los había arrancado de su cotidianeidad para secuestrarlos, ultimarlos y luego descartarlos.
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En plena discusion, al centro de la escena, Sergio Karakachoff.
“Karakachoff es un dirigente arraigado en la juventud por haber sido un desaparecido en la última dictadura civico-militar y por su militancia activa en Derechos Humanos llevando adelante denuncias por los crímenes y desapariciones que se estaban llevando a cabo”, enfatizó el militante Martín Salvi.
Karakachoff nació en la plata en junio de 1939 y según el mismo contaba había ingresado al radicalismo cuando apenas tenía catorce años. En reuniones con amigos siempre recordaba cuando aún llevando pantalones cortos agitaba por la calle un diario radical con la nota editorial escrita desde el Penal de Olmos por Ricardo Balbín.
Hizo toda su formación educativa en establecimientos pertenecientes a la UNLP hasta graduarse como abogado y siempre trabajó por un radicalismo movilizado al lado del pueblo y más allá del comité. El suyo, casual o causalmente fue el que se alzaba a mitad de cuadra de la vereda par de la calle 48 entre 5 y 6. El que perduraba con sus estructuras fundacionales y su arquitectura cargada de decoraciones y molduras. El que quedaba a tan solo una cuadra de la Facultad de Ciencias Jurídicas. El que vería pasar estudiantes, trabajadores del Estado, vendedores ambulantes y taxitas. El que permanecería inmune a los nuevos códigos urbanísticos y el desarrollo de la ciudad hacía arriba en torres de edificios.
Karakachoff alternó su vida política con el periodismo y la abogacía. Su compromiso lo llevó a defender causas de derechos humanos y juicios laborales en La Plata luego del golpe militar.
Tras su asesinato, un grupo de amigos logró recuperar su cuerpo y el de su socio "Mingo" Teruggi. En el velorio estuvieron presentes los principales dirigentes radicales de entonces. El cortejo fúnebre que llevaba sus restos, desvió su ruta y detuvo su paso frente a la vieja casona de la calle 48 que permanecía cerrada desde el inicio de la dictadura. Allí, un Federico Storani de 25 años se trepó a uno de los balcones y a viva voz recitó a viva voz los versos de Almafuerte: “Ten el tesón del clavo enmohecido, que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo; y no la cobarde intrepidez del pavo, que amaina su plumaje ante el primer ruido”... Y agregó: “¡Compañeros, se ha producido el primer ruido, no debemos abandonar la lucha!”.
Un grupo de tareas siguió al cortejo por las calles de la ciudad. Hubo hasta disparos al aire, frenadas y un despliegue de amedrentamiento no detuvo a la procesión decidida a despedir al mayor de los cuatro hermanos Karakachoff.
En el cementerio el único que habló fue Anselmo Marini al expresar “en estas horas inciertas y brumosas que vive la sociedad argentina, le ha tocado al doctor Sergio Karacachoff caer víctima de un brutal, infame e incalificable asesinato… ‘Bárbaros, las ideas no se matan’”, finalizó parafraseando a Domingo Faustino Sarmiento.
“Su secuestro y asesinato, no fue un hecho casual. Fue por su compromiso, por su militancia, por su defensa a los trabajadores, por su relación con todos nosotros que teníamos militancia, por su defensa de los derechos humanos” lo describió años más tarde su amigo y compañero Federico Storani. “Sergio encarnó los ideales de democracia y justicia como lo hicieron pocos. Fue el mejor de nuestra generación y sus asesinos tenían perfecto conocimiento de a quién mataban”, señaló en un homenaje. “Es un emblema, una bandera, un símbolo de lucha. Él expresaba un sector claramente contestatario del radicalismo”.
Del silencio a la Democracia
“La dictadura incautó los bienes de la mayoría de los partidos políticos. Lo que hizo la UCR fue poner los inmuebles partidarios a nombre de personas, de afiliados o militantes del partido, y así evitaron perder las propiedades”, describió Alejandro Caviglione, actual presidente del Comité. “La actividad política fue clandestina todos esos años y hubo que hacer grandes esfuerzos como por ejemplo el de trasladar todas las fichas de afiliación, que incluían los datos e información de miles de afiliados, a domicilios particulares, como así también libros de actas y todo tipo de constancias en una época en la que toda la información estaba asentada en papel”, completó.
En la ciudad de La Plata y la región Capital, el terrorismo de Estado se vivió con crudeza. Las investigaciones, legajos y listados describen las vidas de los hombres, mujeres, jóvenes que sufrieron la crueldad en carne propia. Más de mil historias se reconstruyen entre los secuestrados, desaparecidos y asesinados en La Plata, Berisso y Ensenada. Sin embargo, para 1981 el programa económico de la dictadura se caía a pedazos y tras la aventura bélica en las Islas Malvinas el comienzo del fin empezó a ser una realidad.
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En febrero de 1983 el presidente de facto, general Reynaldo Bignone, convocó a elecciones y la actividad política se encendió nuevamente. En el Comité de la Sección Primera de La Plata Francisco Orruma se convirtió en presidente y las Asambleas volvieron a llenarse de calor, voces e incertidumbre.
¿Llegaremos al 40 por ciento de los votos?; ¿Les pegaremos un susto?, se preguntaban entre sí los militantes más jóvenes. Era entre los referentes de mayor experiencia donde anidaba la esperanza.
“Por aquellos años teníamos una militancia diaria y muy intensa de estar en la calle, estar con la gente porque necesitábamos convencer a la gente que como decía Alfonsín con la democracia se come, se cura y se educa”, rememoró Caviglionie
La ola radical alcanzó a los platenses en las urnas aquel 30 de octubre de 1983, cuando el candidato de la UCR, Juan Carlos Albertí, obtuvo la mayor ventaja electoral de la historia local y se impuso por casi 20 puntos porcentuales sobre Jorge Tranchini, su rival del Partido Justicialista (PJ). Así, el radicalismo en la ciudad obtuvo 14 de los 24 concejales, mientras que el peronismo se quedó con nueve ediles y el Partido Intransigente (PI) con uno. Además, Alejandro Armendariz llegó a ser electo gobernador.
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En la casa radical funcion la Biblioteca "Anselmo Marini".
No obstante, tras los primeros tiempos de “Primavera”, llena de esperanza y entusiasmo, las cosas se complicaron y los salones de la Casona de 48 se llenaron de discusiones. Habia que sostener la institucionalidad acosada no solo por la crisis economica sino por el fantsma de los militares. Mantener esos embates contra el gobienro de Alfonsin implicaba, ni mas ni menos, que defender la joven democracia.
Los años 90 no fueron muy diferentes. El llamado "Pacto de Olivos" que derivó en la reforma de la Constitución y dio origen a la conformación de la Alianza, apoyar a tal o cuál candidato pero siempre con la convicción firme de trabajar desde un pequeño punto de la ciudad para transformar la realidad. “Sueño con volver a ver un intendente radical en La Plata, disputar la gobernación y que el radicalismo vuelva a ser un partido de poder e ir por un sexto Presidente Radical”, aseguró Caviglione.
Legado
En la actualidad, el Comité tiene unos 30 mil afiliados. Allí se desarrollan las mitines de la Junta Central del Partido en la ciudad de las diagonales, así como las actividades de la Franja Morada, que aprovechan su ubicación estratégica en pleno centro y la cercanía a muchas facultades para reuniones de formación política y juventud. Ademas de oficiar como lugar para los cónclaves partidarios, en epocas de elecciones se convierte en un estratégico búnker de campaña.
“A uno no lo deja de sorprender como personas que han marcado tanto a la militancia hayan sido protagonistas de este mismo espacio”, reflexionó Salvi apuntando que tanto Balbín como Karakachoff y Marini tenían su domicilio dentro del radio de la histórica casona en la que funciona el Comité de la Primera Sección.
A pesar del paso de los años, los gobiernos, los nombres, los acuerdos y desacuerdos, en su fachada, sus salas, sus pisos, su escalera enroscada y su arquitectura centenaria se mantiene vigente el legado de aquellos primeros dirigentes que lucharon por construir un modelo de país y defendiera la Constitución Nacional, con los valores de la libertad en democracia y la práctica política como modelo de progreso y transformación social.